viernes, 16 de agosto de 2013

Carta de Truman Capote al asesino Perry Smith

 

Querido Perry :

Ayer por la noche me desperté de repente, pensando: Perry dice que no sabe nada sobre mí, nada a ciencia cierta. Me quedé levantado y dándole vueltas, y me di cuenta de que, en algún sentido, era verdad. No conoces ni siquiera los acontecimientos superficiales de mi vida, que guarda unas cuantas similaridades con la tuya. Fui hijo único, y muy bajito para mi edad: siempre fui el más bajo de la clase. Cuando tenía tres años, mi madre y mi padre se divorciaron. Mi padre (que se ha vuelto a casar en cinco ocasiones) era un viajante de comercio, y pasé gran parte de la infancia recorriendo el sur a su lado. No era malo conmigo, pero nunca me gustó, ni entonces ni ahora. (Nunca lo veo, vive en Nueva Orleans). Mi madre, que sólo tenía dieciséis años cuando me dio a luz, era muy guapa. Se casó con un hombre moderadamente rico, un cubano, y después de cumplir yo diez años fui a vivir con ellos (casi siempre en Nueva York). Por desgracia, mi madre, que sufrió varios abortos y de ello resultaron problemas mentales, se volvió alcohólica y convirtió mi vida en una pesadilla.

Acabó suicidándose (somníferos). Dejé la escuela a los dieciséis y desde entonces me he mantenido yo solo: entonces encontré trabajo en una revista (había empezado a escribir a muy temprana edad).

Siempre fui una persona precoz, tanto intelectualmente como artísticamente, pero inmaduro a nivel emocional. Y, desde luego, he tenido problemas emocionales, casi siempre por la “pregunta” que tú también me hiciste la última visita y que te contesté sinceramente (y no es que la respuesta no fuera obvia).

Este es un currículo muy resumido, pero no estoy habituado a hacer este tipo de confidencias. En cualquier caso, no me importa contártelo.

Siempre,

Truman
 
 (Perry Smith es el asesino en el que se basó el personaje principal de la novela de Truman "A sangre fría", considerada la primera novela "non-fiction" de la historia)

Una perfecta relación: Billy Wilder e I. A. L Diamond





Itek Domnici, verdadero nombre de I.A.L. Diamond o Izzy como le llamaba Wilder, comenzó escribiendo guiones en los años 40. Desde su primer trabajo juntos, en Ariane, la compenetración y complicidad entre Wilder y Diamond fueron totales, tanto en la escritura de guión como en los rodajes, en los que Diamond siempre estaba presente con el guión entre las manos. Ninguno de los dos confesaba, a pesar de la insistencia de los críticos, de quién partía algunas de las brillantes ideas de sus guiones.


Alcanzaron un equilibrio tan perfecto como difícilmente superable entre inteligencia, agilidad, brillantez y entretenimiento. Consiguieron que parecieran fáciles y espontáneos sus diálogos en boca de los actores. Sus guiones tenía una gran solidez en la estructura y un mágico control del ritmo cinematográfico.


Su método de trabajo era exhaustivo, pulían y pulían sus materiales hasta conseguir lo que buscaban:


Diamond (refiriéndose a una escena): —Está muy bien. ¿No te parece?.
Wilder: —¿Muy bien? Es perfecta. Ahora vamos a mejorarla.


La premisa de trabajo de Wilder fue «piensa siempre en el público» y sobre todo «no aburrir». «Hazlos llorar o hazlos reír, pero déjalos sin defensas»  decía. Sus historias son universales, su humor y sus personajes están al alcance de todos.


Todo guión empezaba con una multitud de ideas con las que trabajaban e iban desechando hasta... mejor dejamos que el propio Wilder nos lo cuente:


«...el problema es la simplificación de lo que se ha inventado. Trabajamos [se refiere a Diamond) de manera tradicional, con tres actos. El chico se enamora. El chico pierde a la chica. Por supuesto se disfraza la construcción para que no se vea el mecanismo. Tras cinco o seis meses, tras pasar del tema a los actos, de los actos a las escenas, de las escenas a los diálogos, se tiene listo el guión» .


Juntos escriben en 1957, Ariane, comedia romántica con Audrey Hepburn, Gary Cooper y Maurice Chevalier muy en la línea de Sabrina.


De ese mismo año es también Testigo de cargo (Witness for Prosecution) segundo de sus guiones. Con ella cambian radicalmente de género y hacen su primera "película de tribunales". Para ello Wilder y Diamond adaptan una obra de la escritora Agatha Christie. Es una película con un argumento tan interesante como entretenido, lleno de giros en la trama e ingeniosos diálogos así como un plantel de actores envidiables, en los que destaca un desbordante Charles Laughton y una magnífica interpretación de la Dietrich.


Los años posteriores quedan como el cénit de su colaboración: Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959), El apartamento (The apartment, 1960), Uno, dos, tres (One, Two, Three, 1961), Irma la dulce (Irma la Douce, 1963), Bésame, tonto (Kiss Me Stupid, 1964), En bandeja de plata (The Fortune Cookie, 1966). Comedias que discurren entre la ternura y la acidez, el humor malévolo y la comedia disparatada, pero que al fin al cabo revolucionan el género para siempre.


Sus siguientes películas ya no alcanzan la brillantez de las antes citadas, pero no por ello dejan de tener calidad suficiente. La vida privada de Sherlock Holmes (The Private Life of Sherlock Holmes, 1970), cuyo guión estaba basado en los personajes de Conan Doyle perfectamente perfilados por los guionistas, Primera plana (The Front Page"), ambientada en el mundo del periodismo, que conocía tan bien Wilder, Fedora (id., 1978) una revisión de la magnífica El crepúsculo de los dioses y Aquí un amigo, su último guión en colaboración con Diamond y última película de la filmografía de Wilder. Es curioso destacar que el último proyecto en el que Wilder estaba realmente interesado fue La lista de Schindler (Schindler's List, 1993). Spielberg se le adelantó como todo el mundo sabe. Wilder sólo tuvo palabras de admiración para su trabajo.