domingo, 12 de octubre de 2014

Albert Camus.- La peste.--




"Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas (...) Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: «Esto no puede durar, es demasiado estúpido.» Y sin duda una guerra es evidentemente estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre,uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos, dicho de otro modo, eran humanidad, no creían en las plagas."


“La peste había quitado a todos la posibilidad de amar e incluso de amistad, pues el amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes.”

Joaquín Sorolla y Vicente Blasco Ibañez - ¡Y aún dicen que el pescado es caro!




¡Y aún dicen que el pescado es caro! Después de la impresión que produce la magnífica factura de este cuadro de un joven Sorolla, todavía sujeto a los corsés academicistas, es precisamente el título de la obra el que llama nuestra atención; Sorolla siempre tuvo el mar muy cerca en su obra y para este se hizo eco de un pasaje de la obra "Flor de Mayo" escrita por Vicente Blasco Ibañez. La escena tiene lugar en las playas valencianas del barrio del Cabanyal, donde se desata un temporal que el escritor plasma con gran maestría y que os dejo a continuación:

"la barca Flor de Mayor, volvía al anochecer de la pesca arrastrando unas redes repletas de pescado. Pero el mar se embravecía y hubo que soltar el arrastre para poder capear un temporal cada vez más sombrío y fuerte. Los tripulantes vieron horrorizados como la barca que les precedía hacia la playa se hundía y desaparecía. Pero ellos no estaban más seguros. En un momento dado Flor de Mayor "giró rápidamente, cambió el rumbo entre dos montañas de agua, pero tan oportunamente que, apenas terminada la maniobra, un golpe de mar casi recto le entró por la popa, la puso casi vertical, con la proa hundida en la espuma hirviente, la elevó hasta su cima y la arrojó por la espalda, dejándola balanceante y trémula en un espacio relativamente tranquilo". El niño Pascualet "aterrado por presentir la catástrofe, gritaba con voz que parecía un balido: Pare!.... Pare! (...) la muchedumbre aglomerada en la punta de la escollera veía a Flor de Mayor saltando como un ataúd sobre las olas (...). Poco después sonó el último grito de angustia. Flor de Mayor era cogida de costado por una ola enorme y rodaba algunos instantes con la quilla al aire, desapareciendo definitivamente. Las mujeres se santiguaban, mientras otras rodeaban a Dolores y Tona para que no se arrojasen al mar. (...) Y en lo alto, dominándolos a todos, estaba la tía Picores, erguida y soberbia como la venganza, indiferente a todos los dolores, con las faldas ondeando como una bandera azotando sus piernas." La tía Picores se volvió entonces hacia la ciudad, hacia la torre del Miguelete. "Allá estaba el enemigo, el verdadero autor de la catástrofe. Y el puño de la bruja del mar, hinchado y enorme siguió amenazando a la ciudad, mientras su boca vomitaba injurias".
"Qué viniese allí todas las zorras que regateaban al comprar en la pescadería! ¿Aún les parecía caro el pescado? ¡A duro debía costar la libra!"

Sorolla, pintor que nos conquista con sus imágenes de ocio, de niños jugando en la playa, de espectaculares reflejos y luminosos blancos, nos sorprende con esta pintura, crítica con la dura realidad que viven los pescadores, mostrándonos a uno de ellos agonizante, posiblmente el niño Pascualet del relato, con el torso desnudo, mientras un compañero intenta taponarle una herida. De su cuello pende una medalla que a buen seguro corresponde a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, y ambienta el entorno de la escena casi al modo de un bodegón, incluyendo objetos habituales durante las faenas de pesca: un candil, un tonel para el agua dulce, cuerdas y varios peces, todo ello en una gama cromática en la que si bien no falta un tratamiento espectacular de la luz, es sin duda mucho más oscura de la que hará famoso a Sorolla, a pesar de lo cual, esta obra que se expone en el Museo del Prado, se cuenta entre las mejores del artista. La obra data de 1895 y ganó una medalla de Primera Clase en la Exposición Nacional de ese mismo año.

Sirva de complemento este vídeo en el que se repasa la relación de Joaquin Sorolla con el mar, con música de fondo de Granados: