lunes, 5 de septiembre de 2016

Charles Chaplin y los rusos



No cabe duda de que Charlot es uno de los grandes mitos del cine y de la cultura del siglo XX, pero no es menos cierto que su creador, Charles Chaplin, era un verdadero genio y posiblemente el más completo de los hombres de cine, capaz de asumir, ayudado de su inagotable ingenio, todas las facetas en la creación de una obra cinematográfica, desde el guión a la música, la producción y por supuesto la dirección y la interpretación. Su talento era tal que era capaz de convertir en grandiosos éxitos, películas mudas en una época en la que ya se había consolidado el cine sonoro y todavía mantiene tres de sus largometrajes entre las diez mejores películas de la historia. Joseph McCarthy en su cruzada contra los comunistas  en el mundo del cine lo tenía en su punto de mira, creía verle cuernos y rabo tras su bombín y su bastón y le había puesto la estampilla de comunista, de forma que no paró hasta que aprovechando una salida de los EEUU de Chaplin le prohibió la vuelta al país. Pero más que de comunismo Chaplin de lo que estaba totalmente empapado era de otro ismo más elevado, de un acusado humanismo que había desparramado en todas sus películas y que fue clave del éxito de Charlot.

Chaplin se comprometió firmemente con las campañas para vender bonos de guerra tal y como hizo en la Primera Guerra Mundial y como humanista que era no comprendía que los EEUU demoraran su intervención en Europa y dejaran toda la carga de la guerra y su consiguiente desgaste y coste de vidas humanas a los rusos que con enormes bajas habían logrado detener el hasta entonces imparable avance del ejército alemán para después, poco a poco, ir retomando terreno hasta marchar como una apisonadora  hacia Berlín. Un gran logro que sin embargo suponía una verdadera masacre entre las tropas rusas. Chaplin entendía que la guerra podía ser más corta si los americanos se implicaban en abrir el prometido pero siempre aplazado segundo frente que no se vería materializado hasta junio de 1944 con el desembarco en Normandía, poco menos de un año antes de finalizar la guerra y cuando ya los alemanes estaban muy tocados por las exigencias del frente oriental. La situación se tornaba todavía más vergonzosa al hacerse patente el desprecio que una parte considerable de la población americana tenía al respecto del esfuerzo humano de los soviéticos, cobrando fuerza la idea: "Dejadles que se desangren. luego llegaremos nosotros para rematarlos".

En este escenario se presentó Charles Chaplin, poco después del bombardeo de Pearl Harbor  en diciembre de 1941 ante Comité Americano de San Francisco donde pronunció un discurso que nada tenía que envidiar a aquel otro de "El gran Dictador" y que podéis disfrutar en el enlace anterior. Así, pensando en el sufrimiento del pueblo ruso y según se recoge en sus memorias: "Historia de mi vida", dijo:

«¡Camaradas!» La sala retumbó con las carcajadas. Cuando se calmaron, añadí con énfasis: « Y quiero decir, en efecto, camaradas». Se repitieron las risas y sonaron luego aplausos. Continué: «Supongo que hay aquí muchos rusos esta noche, y por la manera en que sus compañeros luchan y mueren en estos momentos, es un honor y un privilegio llamaros camaradas». En medio de los aplausos, muchos se pusieron en pie. Entonces me sentí enardecido. Pensaba en la frase: «Dejadles que se desangren». Estaba a punto de expresar mi indignación acerca de ello, pero un impulso interior me contuvo y en lugar de eso, dije: «No soy comunista; soy un ser humano, y creo que conozco las reacciones de los seres humanos. Los comunistas no son diferentes de nadie; si pierden un brazo o una pierna, sufren como sufrimos los demás, y mueren como morimos los demás. Y la madre comunista es igual que cualquier madre. Cuando recibe la trágica noticia de que sus hijos no volverán, llora como lloran todas las madres. No tengo que ser comunista para saber esto. me basta con considerarme un ser humano para saberlo. Y en estos momentos las madres rusas lloran mucho y sus hijos mueren en gran numero»  Tras cuarenta minutos finalizaba:

«Y ahora es la guerra de nuevo, y estoy aquí en nombre de la ayuda a al guerra rusa. El dinero les servirá; pero necesitan algo más que dinero. me han dicho que los aliados tienen dos millones de soldados languideciendo en el norte de Irlanda, mientras que los rusos han de enfrentarse solos con unas doscientas divisiones nazis. los rusos son vuestros aliados; no solo están luchando por su modo de vida, sino también por el nuestro, y si conozco bien a los americanos, ellos quieren actuar en su "propia" lucha. Stalin lo necesita; Roosevelt lo ha pedido. ¿Pidámoslo todos! ¿Abramos ahora un segundo frente! »


Como no podía ser de otra manera, la sala estalló en un rugido salvaje de aplausos y vitores que duró siete minutos. Aún así los Estados Unidos demoraron su desembarco en el continente más de dos años, el tiempo justo para que los rusos ganaran la guerra por ellos, pero sin perder comba a la hora de aparecer como vencedores.

Las fotografías están tomadas de la estupenda página Doctor macro