miércoles, 19 de octubre de 2016

Las cartas de suicidio de Virginia Woolf



28 de Marzo de 1941

Queridísimo, 


     Estoy segura de que me estoy volviendo loca de nuevo. Siento que no podemos superar otro de aquellos terribles tiempos. Y no voy a recuperarme esta vez. Empiezo a oír voces y no me puedo concentrar. por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en cada aspecto todo lo que se podría ser. No creo que otras dos personas hayan sido más felices hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. Ya no puedo enfrentarla. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mi podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte... que todo el mundo lo sabe. Si alguien hubiera podido salvarme, habrías sido tú. En mi no queda nada más que la certidumbre de tu bondad. no puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. 
    No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.

V.

Esta fue la carta que dejó a su marido en un sobre azul en la mesa del salón, a su lado había otra carta dirigida a su hermana Vanessa, en la que se expresaba en los siguientes términos:

Queridísima:
    No puedes imaginar cuánto me gustó tu carta. pero creo que he ido demasiado lejos esta vez como para volver nuevamente. Ahora tengo la certeza de que me estoy volviendo loca de nuevo. Es tal y como fue la primera vez, siempre estoy oyendo voces, y sé que no habré de superarlo ahora.
    Todo lo que quiero decir es que Leonard ha sido asombrosamente bueno, cada día, siempre; no puedo imaginarme que alguien haya podido hacer más por mí de lo que él ha hecho. Hemos sido perfectamente felices hasta las últimas semanas, cuando este horror comenzó. ¿Le harás saber esto? Siento que él tiene tanto por hacer que seguirá mejor sin mí, y tú lo ayudarás.
    Ya casi no puedo pensar claramente. Si pudiera te diría lo que tú y los niños han significado para mí. Creo que lo sabes.
     He luchado, pero ya no puedo más.


Después de escribir estas dolorosas cartas, como son todas las de suicidio, me la imagino caminando con su abrigo hacia el rio Ouse, cercano a su casa y ya junto a él, llenar sus bolsillos de piedras, dejar su bastón junto a la orilla, que sería lo único que encontraría su marido cuando salió a buscarla, para a continuación adentrarse poco a poco en las aguas y sin solución, desaparecer en ellas. Su cuerpo no sería encontrado hasta veinte días después por unos chiquillos que paseaban con sus bicicletas junto al río y que en un principio la confundieron con un tronco flotando. La policía anotó que su reloj se había parado a las 11'45 horas. Su doliente esposo, al que tanto intentó atenuar el golpe la escritora, enterró sus cenizas bajo un árbol. Virginia Woolf dijo en alguna ocasión: "La vida es sueño, es la realidad la que nos mata". Supongo que aquella realidad que se mostraba a sus ojos en plena crisis por su trastorno bipolar, le resultó más insufrible que nunca. Por aquellos días su casa en el barrio de Bloomsbury en Londrés quedó destruido por un bombardeo de los alemanes, el propio estado de guerra total que vivía el mundo y el escaso éxito que obtuvo una de su obras ayudaron a sumirla en aquel estado de profunda desesperanza. Una tremenda perdida. Más allá de sus magníficos libros, con tan sólo su retrato, el de arriba, habría sido necesaria mantenerla en la memoria. Es una obra de arte. Preciosa en su languidez. 

Las imagenes han sido tomadas de las siguientes páginas:
1.- https://es.pinterest.com/pin/404479610256332571/
2.- https://es.pinterest.com/pin/361413938818115452/